Científicos australianos, que usaron por primera vez
observaciones de más de 8.000 estaciones meteorológicas de todo el mundo,
confirman que el aumento de las temperaturas potenciará la intensidad y
ocurrencia de precipitaciones catastróficas.
La actualización de datos estadísticos sobre lluvias
ayudará a evitar o mitigar los daños de inundaciones como las sufridas tantas
veces por Puerto España. Crédito: Peter Richards/IPS.
UXBRIDGE, Canadá, 2 jul 2013 (IPS) - Con un
recalentamiento de menos de un grado, las lluvias extremas ya aumentaron 15 por
ciento en las regiones tropicales, y su cantidad e intensidad pueden
incrementarse entre 30 y 60 por ciento en las próximas décadas, concluye un
nuevo estudio.
Si la temperatura del planeta aumenta dos o tres grados,
como se prevé, las regiones tropicales de América Latina experimentarán con
regularidad inundaciones catastróficas, dijo a Tierramérica el investigador
Seth Westra, de la australiana Universidad de Adelaida.
“El vínculo entre cambio climático y lluvias extremas
está claramente establecido”, señaló Westra, autor principal del estudio
“Global Increasing Trends in Annual Maximum Daily Precipitation” (Tendencias
mundiales en aumento de las precipitaciones diarias máximas anuales), publicado
en junio en el Journal of Climate.
Se trata de la primera investigación en usar
observaciones de 8.326 estaciones meteorológicas de todo el mundo para
determinar que la intensidad de las lluvias más extremas aumenta junto con las
temperaturas.
Y la intensidad de las precipitaciones da la pauta de que
estas aumentarán 15 por ciento con cada grado de recalentamiento en las
regiones tropicales.
Si continúan las actuales emisiones de dióxido carbono,
los científicos calculan que el mundo alcanzará dos grados de recalentamiento
entre 2030 y 2040.
La naturaleza puede ofrecer la mejor solución para
controlar el aumento de las inundaciones que se esperan en las zonas tropicales
y en otras partes de América Latina. Los bosques y los pantanos absorben las
lluvias fuertes y enlentecen su liberación corriente abajo.
“Una infraestructura verde puede ser más redituable que
los costosos controles de inundaciones concretas”, dijo a Tierramérica el
director de programas de conservación para América Latina en The Nature
Conservancy, Aurelio Ramos.
Hacer que árboles, pasturas y plantas sigan siendo parte
del paisaje es extremadamente efectivo, tanto para limpiar como para retener el
agua, además de reducir la sedimentación que obstruye vías fluviales, lo cual a
menudo empeora las inundaciones. Otros beneficios son la mejora del sustento y
de la biodiversidad y las menores emisiones de gases invernadero, agregó Ramos.
Monterrey, la tercera ciudad más grande de México, fue
severamente perjudicada en 2010 por las inundaciones que causó el huracán Alex.
La deforestación corriente arriba del río Santa Catarina,
que atraviesa esa urbe, fue una causa clave del desborde de sus aguas, que
provocó tanto daño, indicó.
“Un estudio detallado mostró que con reforestación y con
unas pocas represas pequeñas corriente arriba se reduce 20 por ciento el flujo
de agua durante eventos extremos”, señaló Ramos, quien agregó que esta
infraestructura verde sería tan efectiva como una represa grande y más costosa.
La cuenca del Santa Catarina cubre 32 kilómetros
cuadrados, y The Nature Conservancy, junto con el Fondo para el Medio Ambiente
Mundial (más conocido como GEF, por sus siglas en inglés) y otros socios han
propuesto un plan de manejo que abarca 35 por ciento de esa cuenca.
Para financiarlo, los socios, inclusive la industria, han
invertido en un innovador compromiso financiero que llaman “fondo de agua”.
Se necesitarán unos 35 millones de dólares para que el
Fondo de Agua de Monterrey genere intereses de aproximadamente tres millones de
dólares al año, que se invertirán en reforestar y en compensar a los dueños de
las tierras por modificar sus prácticas agrícolas o pecuarias.
Los productores rurales deberán reducir el uso de
fertilizantes, crear zonas de exclusión de vegetación natural alrededor de
cursos fluviales o colocar vallas para mantener al ganado alejado de pantanos y
áreas ribereñas.
Este pago por servicios de ecosistemas, requiere que los
terratenientes firmen acuerdos a largo plazo, algunos incluso por hasta 80
años.
“Planeamos lanzar el Fondo de Agua de Monterrey en
septiembre”, dijo Ramos.
El primer esquema de este tipo fue el Fondo para la
Protección del Agua (Fonag) de Quito, creado en 2000 mediante los esfuerzos de
The Nature Conservancy, la Fundación Antisana y la empresa hídrica local.
Ahora hay cinco fondos de agua en Ecuador. Gracias al
éxito de ese país, el GEF, The Nature Conservancy y el Banco Interamericano de
Desarrollo lanzaron en 2011 una asociación de 27 millones de dólares para
ampliar estos mecanismos.
Se prevé proteger casi tres millones de hectáreas de
cuencas en varios países de América, entre ellos Ecuador, Colombia, Perú,
Brasil, México y otros países.
Ya están en marcha 12 fondos de este tipo, y otros 20
deberían estar listos para 2015, dijo Ramos.
“Hay quienes entienden que la infraestructura verde
funciona, pero hallar el dinero para materializara es más difícil”, agregó.
Hay importantes argumentos para que las empresas
inviertan en la naturaleza, por ejemplo, se reducen los costos de purificación
del agua y la necesidad de dragado.
También se previenen las alteraciones y se impulsan las
ganancias para las compañías que dependen del agua, garantizando un suministro
más estable. Y estas inversiones pueden abatir los costos de las inundaciones,
además de ayudar a mantener más bajas las primas de seguros.
La industria de los seguros es muy consciente de los
costos del cambio climático. Inundaciones, terremotos, sequías y otros
desastres naturales le han costado al mundo 2,5 billones de dólares solo en los
últimos 13 años, superando en mucho las estimaciones previas, según el Global
Assessment Report on Disaster Risk Reduction 2013 (Informe de Evaluación Global
sobre la Reducción del Riesgo de Desastres 2013), de la Organización de las
Naciones Unidas.
Ese reporte señala que demasiadas áreas urbanas e
industriales ahora se ubican en zonas propensas a catástrofes. Los gobiernos y
el sector empresarial tienen que mejorar el manejo del riesgo de desastres,
concluye.
Estimar dónde está el mayor riesgo de inundaciones es
difícil porque hay muchos factores involucrados, dijo Westra, y debe tomarse
una cuenca como punto de partida.
Cada obra de infraestructura construida en el mundo se
llevó a cabo en base a información meteorológica y de inundaciones de los
últimos 30 a 50 años. “Ya no podemos tomar decisiones de infraestructura
basados solamente en esos datos”, opinó.
Pero los impactos del cambio climático se presentan más
rápidamente de lo esperado y antes de que la ciencia pueda elaborar
proyecciones precisas sobre el impacto regional.
“Incluso en Australia no hemos incorporado aún lo que el
cambio climático puede hacer con nuestros patrones de lluvias en los próximos
50 a 100 años”, apuntó Westra.
Su estudio constituye una confirmación de que lo que la
ciencia climática viene diciendo desde los años 90. “A medida que el clima se
recalienta, los países ricos en agua se vuelven más ricos y los pobres se
vuelven más pobres”, resumió.